LOS MUERTOS SÍ HABLAN

 

Este libro de mi queridísima Eba Martín Muñoz llevaba tiempo haciéndome ojitos entre mis lecturas pendientes, así que, después de acabar mi anterior lectura, decidí que ya era el momento.

¿¡Por qué no lo habré leído antes!?

No iba a ciegas: aparte de las innumerables valoraciones positivas que he visto de esta y otras obras de Eba, ya había leído Que el monstruo no te atrape y Todo el mundo es gili… —mejor no escribo el título completo, que Internet se ha vuelto un lugar plagado de minas antipersona y a nadie le gusta sufrir la censura, pero ese es un tema del que mejor hablamos en otro momento—. Así que ya sabía que tenía entre manos un título de calidad y, como mínimo, entretenimiento del bueno. Sin embargo, no esperaba toparme con una historia tan fantástica. Creo que, antes de compartir las bondades de esta novela, será mejor que te cuente un poco de qué va, siempre sin spoilers, para que puedas descubrirla por tu propia cuenta si decides leerla. Qué demonios, no tienes que decidir nada. Léela. No te arrepentirás.

Dos hermanas estrechamente unidas. Un horrible accidente que cambiará sus vidas. Un incidente oscuro y perverso. Un secreto, un misterio y dos versiones sobre los hechos.

¿Quién miente? ¿Quién cuenta la verdad? ¿Alguien dice la verdad? ¿Y si nadie miente?

Escucha lo que tienen que decirte los muertos porque… porque los muertos sí hablan.

¿Preparado para sumergirte en este thriller con tintes de domestic noir tan original como infartante?

No podrás evitar tener una mano en el libro y otra en la boca.

¿Crees que no te estoy contando nada? Sé que la sinopsis es escueta, pero te aseguro que con esta obra es mejor ir a ciegas, presto a llevarte la sorpresa.

Hay un punto de la lectura en que puedes sentir que no te estás enterando de nada, y es normal. Eba sabe hacer uso de sus armas para lograr controlar la narrativa hasta el punto de intrigarte y desorientarte cuanto quiera, y lo hace a través de un estilo sencillo —al menos en apariencia, porque a ratos encuentras lirismo del bueno y entonces comprendes que esta señorita maneja el lenguaje a su antojo—, por lo que el ritmo de la lectura, a menos que tengas la capacidad de pausarte a ti mismo, es frenético, adictivo y un lujo para los sentidos.

Los diálogos son fluidos, y las descripciones, lo suficientemente evocadoras como para ubicarte en los escenarios sin esfuerzo. Es una historia tan auténtica, que te dejas llevar mansamente, y esto te lo dice alguien que necesita tener todos los cabos bien atados mientras lee porque, si no, se desespera. Pero en este caso he tenido la necesidad de permitirle a la historia que haga lo que quiera conmigo. Y me sucedió algo curioso con ella, algo que no suele ocurrir con la frecuencia que desearía: le di vueltas al coco. No sólo mientras leía, sino bastante después de finiquitar el libro. Eba te enseña muchas cosas a través de sus letras: sabe darte una caricia después del puñal, y tú lo agradeces, le rindes sumisión, porque comprendes que ese proceso es necesario para llegar al objetivo de la novela. Asumes que todo el dolor, la inestabilidad, la confusión y el horror son parte de la experiencia. Y lo mejor: merece muchísimo la pena.

Grandísima historia, Eba. La he disfrutado como una niña el día de Reyes.

 

 

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