DANZA DE MANIQUÍES

 


Conozco a Pablo desde hace poco más de un año, pero si me hubieran dicho que nuestras almas eran amigas de vidas pasadas, no lo habría dudado ni un segundo. Hubo una conexión inusual casi desde el primer intercambio de palabras, una especie de camaradería silenciosa que sólo los amantes de la literatura parecen comprender. Esa afinidad por las letras nos ha convertido en compañeros de letras, pero más allá de eso, en muy buenos amigos. Es una relación peculiar la nuestra, porque a veces somos críticos objetivos cuando se trata de usar gafas literarias para revisar los textos del otro; pero también podemos ser los tontos que se ríen de cualquier tontería. Y eso me parece extraordinario en los tiempos que corren.

Cuando me comentó que estaba trabajando en “Danza de maniquíes”, sabía que se avecinaba una obra intensa, rica en matices, una verdadera joya en su colección literaria. Y, por supuesto, Pablo no me ha decepcionado. He leído otros de sus libros, pero en este me encontré con una versión de él que, aunque conocía en parte, se desvelaba de una forma más cruda y brillante que nunca. Aquí Pablo se muestra oscuro, introspectivo y, a ratos, desequilibrante. Hay algo casi perturbador en su manera de retratar las emociones humanas y los dilemas existenciales, pero lo hace con una narrativa tan impecable que no puedes sino seguir leyendo.

No es fácil encontrar escritores que puedan crear personajes profundos en relatos breves, pero él lo logra con una maestría que pocos tienen. Sus personajes, a pesar de la brevedad de las historias, son complejos, llenos de claroscuros que los vuelven adictivos. Pablo ha conseguido destilar la esencia humana en cada relato, y te aseguro que hacer eso, hacerlo bien, es harto difícil, casi como coser agua.

“Danza de maniquíes” cuenta con más de una treintena de relatos que giran en torno a lo que podríamos llamar narrativa intimista. No vas a toparte con historias vacías o triviales, sino que cada relato pretende mostrar un pequeño estudio de la naturaleza social, una radiografía de esa identidad oculta en cada uno de nosotros, a veces silenciada; a veces expuesta tras una presión insoportable.

Pablo sabe cómo manejar el lenguaje para llevarte a donde pretende, y no sólo lo hace a través de imágenes poderosamente plasmadas, sino que es capaz de transmitir conceptos que, de abstractos, resultan sobrecogedores. Su narrativa es excelsa, llena de una elegancia literaria que sólo los grandes maestros como él pueden lograr. Cada relato tiene su propio carácter, pero en conjunto forman un todo coherente que te deja con la sensación de haber vivido algo profundo y significativo.

No puedo recomendar lo suficiente esta antología a quienes disfrutan de la literatura con tintes de reflexión. “Intramuros”, “Tú dale chuches”, “Retrovisor”, “Podría ser usted”, “Luces mortales”, …, es muy difícil quedarse con una sola de las historias de este libro. ¡Canela en rama!

Querido Pablo, no dejes nunca de escribir.

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