LA PROFECÍA DE LAS SEIS PUERTAS
Si te gustan los libros que juegan con tu percepción, y que además
te llevan a un mundo de sectas, símbolos y secretos milenarios, estás de
suerte, porque Alejandra de San Cristóbal nos trae todo eso y mucho más en su
magnífica novela “La profecía de las seis puertas”.
La historia nos presenta a Alba, una especialista en
pergaminos medievales, que, de manera ineludible, se encuentra inmersa en una
carrera frenética, no sólo contra una profecía que amenaza con despedazar la
estabilidad de España, sino contra sus propios demonios y la telaraña de su
mente, en la que conviven como enemigos antiguos la realidad y la paranoia.
Me gusta la destreza con que Alejandra manipula la escena,
conduciéndonos a través de caminos previamente trazados con meticulosidad,
donde cada palabra, cada descripción, es un peldaño más en la escalera
descendente hacia la incertidumbre. Su habilidad para crear una atmósfera
poderosa sin caer en descripciones innecesarias resulta encomiable y también un
arte en sí mismo.
En lo que respecta a los personajes, encabezados por una
protagonista tan enigmática como Alba, cada diálogo, cada interacción está
saturada de autenticidad, creando identidades que se materializan en nuestra
imaginación con una vida y motivaciones propias. Alba es un ejemplo de
inteligencia aguda, pero también de vulnerabilidad. Es tan desconfiada y le da
tantas vueltas a las cosas, que me contagié de su angustia y me vi cuestionando
todo cuanto acontecía en la trama. Analicé a todos los personajes y cada cosa
que verbalizaban; incluso pensé en la posibilidad de encontrar algunos códigos
secretos en el texto, algo así como un manuscrito Voynich dentro de otro
manuscrito Voynich.
Lo sé, soy una dramática.
Y en realidad no quisiera seguir profundizando en la historia
porque eso podría estropear tu experiencia al leerlo. Sólo añadiré que “La
profecía de las seis puertas” me llevó a reflexionar sobre la fragilidad de
nuestros sentidos y lo fácil que es convertir en costumbre hábitos como el
recelo o la decepción. En un mundo donde la verdad está perpetuamente en el
aire, y donde los secretos pueden perturbar el presente de formas
inimaginables, ¿cuánto podemos confiar en lo que vemos, oímos y creemos
conocer?
El cierre de esta novela me dejó colgando en esa
incertidumbre, maravillada ante el espejismo de la evidencia y la reserva, y,
al mismo tiempo, gratamente sorprendida por haber leído una estupenda historia.
Enhorabuena, Alejandra. ¡Buen trabajo!
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