Que el monstruo no te atrape
Llevaba tiempo deseando leer una
obra de Eba, pero no sabía exactamente por cuál de sus muchos libros comenzar.
Podría haber optado por alguna de sus novelas de terror (que caerán en algún
momento, eso seguro), pero al final me decidí por un título muy especial:
"Que el monstruo no te atrape". Fue al concluir la lectura, cuando me
percaté de que, en efecto, se trataba de una novela de terror. Aunque no es una
obra sobrenatural como las que suelo leer, te aseguro que terminé con la piel
de gallina y escalofríos recorriéndome de pies a cabeza.
Más allá del estilo de la
autora, cuya destreza literaria queda patente, me gustaría centrarme en el
profundo impacto que ha supuesto para mí la lectura de esta novela. Es difícil
no sentirse abrumado con las emociones descritas, con cada momento dulce
destruido en segundos debido a un comentario hiriente, los silencios como
respuesta castigadora, la falta de tacto, o el chantaje emocional. De lejos es
fácil advertir las banderas rojas, pero cuando nos entregamos a alguien,
podemos percibir el mundo en deprimentes blancos y negros. Y es que la vista, a
distancias cortas, no siempre es infalible.
"Que el monstruo no te
atrape" es una obra generosa, en el sentido de que Eba realiza un
despliegue de vulnerabilidad, con descripciones fascinantes acerca de la
confusión, la inseguridad, la paciencia, los estragos de la ansiedad y el dolor
de los corazones rotos. La atmósfera es tan opresiva, hay tal carga de
cansancio y tristeza acumulada en sus páginas, que resulta imposible no
contagiarse de esos sentimientos.
Se podría considerar este libro
como una guía útil para aquellos que han enfrentado circunstancias similares,
aunque quizás la obra vaya un paso más allá. Para mí, "Que el monstruo no
te atrape" es una denuncia del maltrato, pero no sólo el infligido por
alguien incapaz de hacer autocrítica y con escaso sentido de la empatía, sino
que también nos habla del daño que podemos causarnos a nosotros mismos. Eba,
mereces lo mejor del mundo. No lo olvides.
Creo que se requiere de mucho
valor para exponer nuestro lado vulnerable. Solemos protegerlo como si fuera un
tesoro en peligro de extinción, incluso a sabiendas de que puede dificultar
nuestra capacidad de defendernos en el futuro, cuando nos veamos tentados a
retraernos en nuestras conchas personales en el momento en que algo se tuerza.
¿Por qué lo hacemos? ¿Quién sabe? Los seres humanos somos extraños,
contradictorios y tercos a veces. No obstante, de lo que sí estoy segura es de
que todos merecemos respeto y dignidad. Y este libro es una excelente metáfora
al respecto.
Está claro que los peores
monstruos no tienen rostros desfigurados, clavos en el cuello o colmillos
ávidos de sangre. Los peores monstruos se disfrazan de humanos, aunque a veces
la máscara se desliza lo suficiente como para revelar su verdadera y aterradora
identidad. Pero que esto no nos impida vivir, Eba. La vida es hermosa, y cuando
hay tanto amor en nuestro interior, el error radica en aquellos que no saben
aceptarlo, no en quienes lo ofrecen desinteresadamente.
Esta es una lectura conmovedora,
un viaje a las entrañas. No conozco a Eba personalmente, pero a medida que iba
descubriendo esta parte de su historia personal, más deseaba poder darle un
abrazo y decirle que los mayores aprendizajes surgen de las sombras. Los juncos
se doblan, pero no se rompen, mostrando su resistencia y capacidad de
adaptación frente a la adversidad. Así es como te percibo.
¡Libro muy recomendable!
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