Nuestra parte de noche

 


Me fascinan las novelas que manejan bien el equilibrio entre el terror sobrenatural y la profundidad de las relaciones humanas, y Mariana Enríquez, maestra en estas lides, logra cautivar al lector de principio a fin con “Nuestra parte de noche”, novela sublime no apta para lectores sensibles.

Si estás pensando leer este trabajo, prepárate, porque la historia es perturbadora, hipnótica y adictiva. No siempre estamos en el mejor nivel anímico para afrontar cosas así, tenlo en cuenta antes de enfrentar su lectura.

En “Nuestra parte de noche”, Mariana Enríquez se adentra en los rincones más turbios de la naturaleza humana, explorando la psique de sus personajes con un realismo abrumador. Si sumamos a esto una prosa magistral y una atmósfera asfixiante, obtenemos una novela de terror deliciosa, digna de los paladares más exigentes.

El libro narra el viaje por carretera que Juan realiza junto a su hijo Gaspar. El ambiente es tenso, la presencia de soldados armados nos traslada de inmediato a la dictadura militar argentina. Además de lidiar con una hostilidad irrespirable, padre e hijo tratan de huir de una sociedad secreta llamada la Orden, que ha decidido utilizar a Gaspar como su nuevo médium. Pero Juan no está dispuesto a permitirlo.

La sociedad secreta necesita un médium para contactar con la Oscuridad mediante rituales terribles, pero ¿con qué propósito? Pues luchar contra el paso del tiempo —ahí es nada—. Como efecto, este intermediario sufre un deterioro físico y mental cada vez que accede al “otro lado”, lo que se traduce en una salud más precaria conforme transcurren las sesiones. Juan, que ha padecido en carne propia este tormento, luchará para evitar que su hijo sufra el mismo destino.

Más allá de la exquisita narrativa y del valor argumental, Mariana detalla con éxito los aspectos oscuros de la historia de Argentina y al mismo tiempo sumerge al lector en una trama llena de maldad, sordidez y turbación. En cierto sentido, es como si quisiera mezclar los horrores ficticios concernientes a una Orden secreta cuyas prácticas dejan a uno consternado por momentos, con los horrores reales que se derivan de las crisis sociopolíticas vividas en su país durante décadas. Al fin y al cabo, ¿qué es el género de terror sino una interpretación de la macabra realidad?

Pero hablemos de la oscuridad de sus personajes. No querría toparme con ninguno en mi vida cotidiana; sin embargo, cuánto agradezco la presencia de un buen elenco diabólico en un libro. Los villanos aquí son, a nivel creativo, un auténtico lujo. Complejos y de almas poliédricas, los malos de esta historia funcionan como una herramienta perfecta para confrontar al lector de manera poderosa. Al final, resulta inevitable quedar a merced de la intensidad de la trama, donde se cuestionan algunas costumbres inveteradas que nos acompañan desde tiempos remotos. Entender los valores como un lastre que perjudica la evolución personal es, sin duda, la gran baza del argumento.  

Esta es una novela laberíntica que requiere serenidad a la hora de enfrentarla. En sus páginas encontramos lugares que mutan, criaturas de pesadilla listas para atacar a la primera de cambio, sacrificios humanos, sexo intenso, rituales violentos… Y de fondo, la represión de la dictadura militar, los desaparecidos que no obtuvieron justicia; luego la llegada incierta de la democracia, el impacto del sida en la sociedad… Como decía antes, el terror sobrenatural se intercala con terrores muy reales en esta novela deslumbrante: un acierto literario que ningún amante del género se debe perder.

Por otro lado, la paternidad como concepto es tratada en la novela desde una ambigüedad apabullante. Juan es el ejemplo perfecto de la dualidad: de una parte, se nos presenta como un padre que precisa proteger a su hijo, aunque la mayor parte del tiempo se muestre displicente e incluso llegue a agredirlo a nivel físico y emocional. En la otra cara de la moneda, tenemos la identidad del médium, la versión casi mefistofélica de este hombre. Me sorprendió su falta de empatía a la hora de encarar algunas cuestiones: la capacidad de usar la violencia como lenguaje dota al personaje de una peligrosidad desconcertante. A nivel literario, es un perfil riquísimo, lleno de matices dramáticos y una inestabilidad afectiva rayana en lo psicopático. De lo mejor del libro.

También tendríamos que hablar de temas como la muerte, la asunción de la pérdida, la fe, la superstición…, hay una fuerte iconografía religiosa, rituales al detalle, rigor histórico y, por supuesto, profunda fascinación ante el ocultismo.

Este libro me conquistó a nivel gráfico, hay escenas tan bien descritas que uno las visualiza con una claridad demoledora. Agradecí encontrarme ante una lectura novedosa, en el sentido de que no hallé similitudes con otras novelas del género. Normalmente, cuando se trata de según qué temas, es habitual que se repitan algunos clichés, pero este no es el caso. Mariana despliega sus capacidades desde una magia singular y precisa, sin necesidad de copiar ideas de nadie. Y esa honestidad al escribir es un absoluto regalo.

Pocas novelas me han parecido tan crueles y depravadas, y quiero recalcar que soy lectora habitual de terror, por lo que, si eres una persona sensible, no te la recomiendo en absoluto. Si eres un demonio terrenal que goza del mal ajeno y sonríes ante lecturas siniestras, este libro es para ti.

“Nuestra parte de noche”: obra cruda, inquietante y violenta. Una lectura imprescindible para quienes hallamos poesía en el horror y la angustia.


 

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