Razones incendiarias


Arden las lunas esta noche, las nuestras y las de otros que reprimen los versos rojos de vergüenza. Y depositan su fe en el añil que las envuelve, aterradas porque millones de ojos parpadean igual que ellas, con trémula intención.

Sin embargo, el incendio al final se extiende, irremediable, violento. Y arden ahora las lunas, tus ojos y los míos. Arde la noche y cada miedo sufrido antes del anochecer. Quemémonos bien, como virtuosos del fuego que no temen ser mañana ceniza.

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