Una lectura inacabada
Leerte era una dicha, con tus páginas repletas de ácidos afectos, tu locura y hasta el mal humor. Siempre fuiste un libro intrigante, de esos que prometen un giro inesperado y final de robusta gloria; codicia para ávidos lectores. Sin embargo, ahora sólo hallo hojas borrosas, un tomo inacabado que refleja lobreguez cuya tinta marchita y papel amarillo se ahogan en decepción...
¿Acaso estás condenado a perecer cubierto de polvo, podrido de humedad? ¿Alguien te arrojará al corazón de una hoguera de llamas desquiciadas hasta volverte ceniza ordinaria?
Fuiste un libro amigo, mi delicioso manual de pasiones y ese verbo preciado que sigo recitando, a pesar de lo añejo, a pesar del dolor. Aún huelo cada página y palpo cada letra esperando, en vano, apreciar algún latido.
¿Qué será de ti, libro de idioma extinto, cuando certifiquen esta muerte? ¿Qué será de mí cuando mis ojos, ciegos y malditos, hayan dejado de leerte?
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