Hace unos días, el guapérrimo J. Mendoza decidió obsequiar a sus lectores con un relato y me pareció una oportunidad perfecta para descubrir su arte. “La vida que nunca tuve” es una lectura breve pero intensa, y nos presenta la vida de Izarbe, una mujer que intenta reconstruirse tras la muerte de su marido, y para ello toma la decisión de adoptar a Bruno, un niño sin identidad conocida, a quien espera llenar de amor y propósito. Sin embargo, la tranquilidad que busca Izarbe se ve interrumpida cuando un cadáver aparece en un jardín cercano, situación que la conduce a cuestionar la delgada línea entre la cordura y el delirio. La historia mantiene el equilibrio perfecto entre emoción, misterio y esas notitas de terror que tanto me gustan. Y uno de sus puntos fuertes es el ritmo. Aquí no hay espacio para el aburrimiento; en cada página, la atmósfera logra mantenerte en constante tensión. Además, las escenas oscuras son especialmente llamativas, muy fáciles de visualizar. Hay una ri...
Vivir en el campo tiene sus ventajas: despiertas con el canto de las aves, disfrutas del olor a tierra mojada cuando llueve, sientes la presencia vegetal por todas partes… Y una de tantas mañanas, café en mano, decidí ver el amanecer por una cristalera que ofrece vistas maravillosas de las casitas rodeadas de huertos que tratan de respirar entre los caprichosos bancos de niebla que trae el otoño consigo. Entonces alcancé a ver, pegado a mi casa, un arbusto, frondoso, con hermosísimas flores rosas y blancas. Me pareció llamativo no darme cuenta antes de que tanta belleza traía un regalo en forma de veneno: mi casa estaba rodeada de adelfas. Eso me hizo pensar en la eficiencia de esta planta tan traicionera. Es capaz de adaptarse a casi cualquier entorno, sin precisar grandes o exigentes cuidados, y a eso hay que sumarle el veneno que concentra. Es la planta más venenosa del mundo, y nace por todas partes, al alcance de cualquiera. Es una herramienta perfecta para seres abyectos....
Siempre he pensado que hay algo muy especial en las historias contadas por niños, cosa que, desde la perspectiva literaria, puede parecer un propósito fácil, pero nada más lejos de la realidad. En “Tres historias navideñas”, Victoria F. Leffingwell —Vicky, para los amigos— logra su cometido con creces. En este libro, nos regala tres relatos cortos que nos transportan a las Navidades de otra época, donde las pequeñas cosas tenían un significado inmenso, y la ternura infantil era capaz de enfrentar cualquier dificultad gracias al poder de la imaginación. El gran acierto de esta obra es la narración en primera persona. Vicky adopta la voz de una niña de cinco años con tal maestría que uno podría pensar que es una transcripción literal de sus recuerdos infantiles. Es una voz llena de inocencia, pero también con una espontaneidad que resulta a la vez divertida y conmovedora. La forma en que las pequeñas protagonistas interpretan el mundo que las rodea —con explicaciones disparatadas...
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