Todo cambia
Osados. Eso fuimos. Como los insectos que se acercan peligrosamente a la luz. De haber sido por mí, jamás me hubiese arriesgado a sufrir una de esas odiosas quemaduras. Sin embargo, contigo era distinto. Habría ardido sin temor a la consecuencia y, aun cuando me hubiera convertido en ceniza, lábil residuo gris, cada partícula de mi ser hubiera luchado por seguir ardiendo.
Ahora todo ha cambiado. Ya no hay fuegos al alba, ni luces fatuas en medio de la noche señalando el camino. Sólo polvo y una oscuridad insistente, igual que ocurre dentro de un ataúd.
Me gustaba practicar aquella osadía, luchando contra corrientes bravas, dejándome caer en tu abismo, enredada en la inmensa fragilidad que conlleva estar vivo. Mas todo cambia, queramos o no.
Busqué durante mucho tiempo la luz bajo tu puerta, como un simple bicho que anhela la incertidumbre, incluso empapado en el dolor que el miedo lleva implícito. Quería verla con todas mis fuerzas, apreciar un leve destello en la madrugada que derritiera la gelidez reinante. En ese caso, la luz hubiera salvado al insecto de la escarcha; hubiera significado la resurrección de un muerto.
Comentarios
Publicar un comentario