La verdad de tus ojos

 


Tus ojos, cruel y descarado escaparate

del incendio que en vano sofocas,

avivado y mortificador.

Tus ojos, en secuencias tortuosas

imprimen quemaduras y desvelos,

desventurados revuelos

que acusan el calor.

Tus ojos, niños insolentes,

traen promesas y suspiros,

la inefable irreverencia

de sellar bajo cemento

el jardín de mis delirios.

Tus ojos, vibrantes y estrellados,

condenan al abismo a los míos

cuando distantes, los tuyos,

me sentencian al vacío.

Tus ojos, amalgama de enfados,

universo dilatado que domina

cada órgano presente

con infinito reclamo.

Son entonces tormentas de verano,

frágil porcelana fina,

que aun, a veces ausentes,

rescatan mi alegría.

Y también reyes ufanos,

sacrílegos e impíos,

que me arrastran hasta el río

de los placeres mundanos.

Pasan de divinos a humanos

alimentando desvaríos.

Corceles que, derrochando brío,

franquean misterios y arcanos,

ruinas y romanos,

y el corazón mío. 


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