La casa inhabitable
El dibujo de la pared ya no sonríe. No logro recordar las formas amables que dedicaba el papel pintado, tan alegre, tan vivo. Las bocas curvadas que reían a nuestro alrededor ahora permanecen calladas y esbozando una mueca de desencanto.
Los muebles, en cambio, están más habladores que nunca. Vociferan todo el tiempo, blandiendo un cuchillo insoportable que lleva tu nombre grabado. Y el armario, con su odio atronador, se empeña en repetir a todas horas que tu parte está vacía.
Te extrañan. Por las noches oigo cómo lloran sin consuelo. Cada crujido, por tímido que sea, habla de ti, velándote, soñando tu regreso. Y me agreden. El suelo, las cortinas, la mesa del comedor y hasta el patio me culpan de tu ausencia. No sé muy bien qué esperan de mí. Ojalá supiera cómo hacerles callar. Ojalá las cosas no te quisieran tanto. Ojalá no te quisieran como yo.
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