Ciencia del dolor

 


Palabras corruptas a la hora del hastío

sentencian mi nombre, salvaje y miserable,
al gélido violeta del crepúsculo vacío;
al hogar de mendigos y viejos afables.

Canta ahora el viento su mortal tonada,
antojo siniestro de una mano despreciable
que convoca conjuros y noche cerrada
borrando de golpe todo lo alcanzable.

Abrazo de dicha para el que no teme saber,
aun consciente de todo lo inefable,
aun sufriendo el miedo de correr
prisionero de un sueño imparable.

Todo camino guarda arañazo y locura,
ciencia del dolor que se torna irremediable
cuando una verdad rasa y sin florituras
cierra las puertas de lo deseable.

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