TODO EL MUNDO ES GILIPOLLAS
¿Existe terapia más efectiva que
la risa para curar las heridas del alma y desenredar los nudos que se empeñan
en comprimirnos la garganta? En un mundo saturado por la tragedia y la
desconexión humana, el humor emerge como un refugio necesario, un mecanismo que
nos invita a mirarnos mutuamente y examinarnos desde ángulos donde el ridículo
o la vergüenza tienen el acceso restringido. La novela “Todo el mundo es
gilipollas”, de Eba Martín Muñoz, nos abraza con su poderoso ingenio, sarcasmo
y todo un mundo de delirios.
La historia nos presenta a
Mikel, un vendedor de zapatos con ambiciones literarias, que se va a topar con situaciones
francamente cómicas —aunque es probable que él no lo vea del mismo modo—. De
llevar una existencia anodina a embarcarse en un viaje multidimensional épico,
Mikel va a enfrentar cada situación con una brutal irreverencia, cosa que lo
hace un personaje sumamente magnético y memorable.
La novela coquetea con la
fantasía urbana, la ciencia ficción, los viajes en el tiempo, la novela gótica
—asunto que me conquistó a muchos niveles— y aborda diversas formas del amor,
todas impregnadas de comedia. Cada salto temporal promete un escenario más
absurdo y genial que el anterior, en el que la extravagancia de Mikel se mezcla
con la complejidad de los mundos que visita.
De repente me vi sumida en un
viaje a través de diferentes realidades, abrazando la demencia de cada una y
sintiendo compasión por los destinos de Mikel —bueno, no voy a engañarte, a
veces mi maldad me condujo a decir “te lo mereces”—. La originalidad de la
trama es soberbia, y ¡menudo ritmo! Trepidante y plagado de sorpresas. ¿Qué más
se puede pedir?
A nivel narrativo, Eba es
impecable. La fluidez del lenguaje, la manera de dibujarnos al personaje, de
darnos las miguitas necesarias para que queramos pegarnos un atracón con la
lectura, es, sin exagerar, sobresaliente. Mikel actúa de forma tan impredecible
que, por más que quieras adelantarte a sus reacciones, siempre te va a
sorprender. Cada «salto» se siente como una promesa de más desvaríos, un recordatorio
de que la normalidad es relativa y que, a veces, la locura es la única
respuesta sensata.
Los encuentros de Mikel son más
que meros episodios de un viaje cómico. Son reflexiones sobre la esencia de la
felicidad, sobre la importancia de vivir el presente y de valorar cada momento;
de ser conscientes de la fugacidad de la vida y de la importancia de
aprovecharla al máximo; de decir todo cuanto sentimos y de, en definitiva, entender
que sin valentía no hay finales felices.
En un mundo que, en ocasiones,
parece obstinado en su empeño de sumirnos en la monotonía, esta novela surge
como un antídoto contra el ostracismo diario.
Además de su magnífica construcción
narrativa y de contar con una trama ingeniosa, “Todo el mundo es gilipollas” ofrece
una visión profunda a nuestra naturaleza como humanos, constantemente enfrentando
temores y contradicciones. El viaje de Mikel es también un viaje introspectivo,
una exploración del yo y del mundo que nos rodea, un cuestionamiento de la
realidad y de nuestra percepción de ella. Filosofía pura.
“Todo el mundo es gilipollas” es
una oda al humor, a las emociones humanas y a la vida misma, así que ya saben,
guapérrimos, ¡a leer esta novela!
Gracias, Eba, por hacerme reír
tanto. Creo que he encontrado este libro en el momento perfecto.
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