Sigue lloviendo


Llueve sobre mis hombros en esta ladera desnuda, vacía de afectos y bondades. Llueve sobre las piedras, que brillan plateadas al desamparo de esta tarde gris e indolente. Desde aquí lucen cual cabezas de niños tristes que reclaman al cielo un poco de piedad. Y me pregunto entonces si alguna vez los veré reír. ¿Quién llamará al sol para que frene este desastre? ¿Quién sembrará esta tierra, ahora fragmento del abandono? ¿Quién secará la superficie de esas piedras que lloran ahogadas, temiendo mirar al cielo?
En el infierno no hay llamas. Aquí llueve todos los días. Lluvia que corre ladera abajo, alimento del barro. Llueve. Sigue cayendo agua sobre las piedras. Sigue lloviendo sobre mojado.

 

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