La caja

Cárcel fría que adormece los sentidos, no dejes que entren las voces del fondo, las que lloran al otro lado. Rezos y pañuelos nada pueden hacer contra ti, caja oscura de impuesta ceguera. Ahora el mundo es negro, opacidad gélida que se incrusta en los párpados. Por mayores hipidos o lamentos que esmeren mis plañideras, no habrá respuesta del cielo. ¿Quién espera que la pala inmunda con que abrieron este agujero acabe transformándose en una herramienta heroica, la que traerá de vuelta las tardes rosas y el ruido de tren? No, eso no sucederá. Hoy todo es acre, tierra pesada que ahoga cada tramo de libertad. Poco espacio para la costumbre; poca suerte de delirio y ruedas. Nútranse entonces los huesos de sombra y humedad hasta que el tiempo traiga el silencio del consuelo.

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