Hay criaturas

 

En el pabellón del deseo el aire es denso y nebuloso, humedad blanca asfixiante. Las promesas que uno se hace a sí mismo en ese lugar comienzan siendo de verde primavera, sumidas en el mayo salvaje de las caricias gratuitas. Sin embargo, a medida que los años pasan, la noche va instalándose con mortal cachaza, rumiando, con débil esperanza, el recuerdo cansado de las hojas que vestían el árbol soñador, seco y pobre ahora que al fin se abrieron los ojos.
Algunas veces en medio de la atmósfera marchita surgen criaturas sublimes que se deslizan gráciles sobre las superficies, declarando la guerra al polvo y la opacidad reinante. Y baten las alas renovando el aire en un ejercicio de intacta poesía, ajenas a las rejas invisibles.
Déjalas que vuelen, que ventilen el cuarto con su arte de fábula, aunque mañana vuelva la niebla enceguecedora; aunque mañana ni siquiera sea posible respirar.

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