CARAMELOS CON ESPINAS

El año pasado tuve el privilegio de participar como jurado en el concurso de relatos de Halloween organizado por el grupo Ladrones de Libros, donde descubrí el talento de René Pérez Pérez, que resultó ganador con un relato absolutamente genial. Hicimos buenas migas y decidimos hacer un intercambio de libros. Me envió un ejemplar de “Caramelos con espinas” y, aunque he tardado más de lo que hubiera querido en leerlo, finalmente lo he hecho y tengo que decir que ha sido una experiencia muy gratificante.  

La trama gira en torno a dos personajes principales: Genaro y Daniela. Genaro, un hombre común y corriente cuya vida da un giro inesperado cuando su jefe le asigna una misión de espionaje que pondrá a prueba tanto su integridad como la de su peculiar compañero, un cactus maravilloso que te enternecerá y conquistará desde su primera intervención; y Daniela, una actriz con una vida agitada que, tras una experiencia nada agradable, decide rendirse al matrimonio y la maternidad. Y ya no te cuento más que si no te estropeo la experiencia de leer esta fabulosa novela.

Podría decirse que René nos cuenta un drama, pero a ratos aporta tintes de ensayo a través de la voz del cactus, personaje increíble donde los haya y que es todo un despliegue de creatividad que sorprende y agrada a partes iguales. El cactus analiza no sólo los actos de su dueño, sino que observa a los humanos y trata de comprenderlos, aunque hay que decir que es una tarea bien compleja.

En cuanto al estilo narrativo, René te va llevando con una facilidad pasmosa por la historia, con las descripciones justas y centrándose en los aspectos emocionales de los personajes. Aquí vas a encontrar mucha psicología y crítica social, un dibujo perfecto de lo que implica dejarnos arrastrar por nuestros miedos y taras, por nuestras carencias y tragedias personales.

Me ha gustado que René juegue a la sencillez, pero realmente el contenido de su obra es de una profundidad implacable, mucho más de lo que aparenta. Conceptos como la comunicación entre individuos, la redención, la familia, la bondad y maldad humanas, el miedo a ser vulnerables…, se fusionan con la acción para hacernos reflexionar sobre lo corta que es la existencia y lo importante que es aceptar que nada ni nadie es perfecto.

Y cuando parece que René nos ha regalado un final a la altura de las circunstancias, va y se marca un epílogo fantástico en el que deja de manifiesto lo bella que es su humanidad, agradecida y de una imaginación desbordante.

Gracias, René, por permitirme conocer tu arte. Volveré a leerte en cuanto vuelva a tener la oportunidad. Sin duda. 

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