LA HIJA DEL CUERVO


 

María Costa de los Santos nos ofrece una historia que fusiona intriga y moralidad a través de un estilo ágil, fresco y adictivo. La novela en cuestión no es otra que “La hija del cuervo”, un thriller frenético que también profundiza en el rencor, la redención y la necesidad de perdonar.

La protagonista es Dorothy Raymond, conocida como “La hija del cuervo”. No es una figura cualquiera; su fama se debe al hecho de ser una asesina cuyas víctimas son meticulosamente elegidas por considerarlas un estorbo para la sociedad. Esta caracterización de Dorothy como “la sicaria de Dios” plantea una pregunta fundamental desde el comienzo: ¿Qué motiva a una joven a asumir el papel de juez y verdugo?

La respuesta a esta pregunta la obtendremos con la entrada de Nick Hoffman, el detective que recibe una suerte de diario donde Dorothy, aparte de confesar sus crímenes, cuenta qué circunstancias la han conducido a cometerlos. Si bien no se nos ofrece esta información como un método para justificar sus actos, tener la posibilidad de echar un vistazo a sus motivaciones te genera una empatía inevitable. Así, el diario se convierte en una herramienta narrativa; es el puente que te conecta con la mente de Dorothy, una estrategia que María maneja a la perfección.

Una de las cosas que más me han gustado de esta novela es el ritmo. La historia va a tal velocidad que es imposible abandonarla. Con capítulos cortos y un lenguaje preciso, la frescura del texto se mantiene intacta hasta el mismo final.

Vas a encontrarte escenas fuertes. Algunas descripciones no son aptas para todos los estómagos, especialmente si sientes aversión por la inmoralidad. La historia de Dorothy está marcada por eventos traumáticos, pero María controla bien la intensidad de la narración. En lugar de centrarse en los detalles crudos, ella opta por una descripción que enfatiza las emociones y el daño psicológico. Dorothy es pura furia; está cincelada por la mismísima oscuridad.

Es un personaje muy rico, con una mente caótica debido al dolor, la ira, la frustración y el odio. Su percepción del mundo está definida por las terribles experiencias que ha vivido, de manera que a veces es ácida y fría, mecanismo al que se aferra y que la transforma de víctima a depredadora.

Y no nos olvidemos de Nick, ese detective que recibe el diario. Aparte de que juega un papel crucial en la trama, es otra de las armas de María para que conectemos con Dorothy. Hay momentos en que percibimos su naturaleza a través de los afectados ojos de este hombre, que, al igual que nosotros, se verá obligado a cuestionar su concepto de justicia. Hubo algún que otro momento en que me costó comprender la conexión de ambos, pero también me pareció una licencia necesaria, particularmente con el fin de ir más allá de una simple investigación. El objetivo es comprender la imperfección humana y la necesidad de ponernos en la piel de otros.

La novela culmina con un poderoso mensaje sobre el perdón, aunque mi parte más rencorosa no llegará a aceptarlo nunca. El perdón puede ser muy liberador, sobre todo cuando somos capaces de concedérnoslo a nosotros mismos. Y esta última parte del discurso me parece aceptable y lógica, pero perdonar a según qué individuos —lo sabrás si decides leer la novela— no entra en mi código personal.

Sí, soy una persona insufrible.

No me enrollo más: “La hija del cuervo” no te dejará indiferente.

PD. María es una de mis queridas compañeras de antología en Feliz NaviDead. Junto a la guapérrima Ari Lemarko, hemos trabajado juntas en un proyecto muy curioso y lleno de emociones de lo más variopintas. Si aún no lo has leído, puedes encontrarlo en Amazon.


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