CUANDO LOS CISNES LLOREN

 


Si alguna vez has escuchado una canción que permanece en tu mente mucho tiempo después de que haya terminado, entenderás el magnetismo de “Cuando los cisnes lloren”. Y Elisabeth Cortés Barrera lo ha logrado gracias a una fusión muy equilibrada de géneros, pasando de la fantasía más convencional, al drama, al romance e incluso a un registro oscuro que me ha gustado especialmente.

No soy de las que se andan con rodeos: este libro me ha encantado. Es tan rico en matices que me parece casi indecente llamarlo “novela” sin más.  En realidad, Elisabeth ha creado una dimensión paralela, y la experiencia allí es tan singular que, una vez cruzas, lo que encuentras se adhiere a ti indefectiblemente.

En la isla mágica de Arho, la comunidad Simettalin está unida por un destino ineludible. Al vivir en una aldea sostenida por una consciencia colectiva, los Simettalin han aprendido a valorar el optimismo, la superación y la hermandad como sus mayores tesoros. Pero no todo es tan idílico como parece. El Nibrousar —una amenaza oscura—, acecha desde las sombras, amenazando con desgarrar la armonía que tanto les ha costado conseguir.

Adhian y Poa son los grandes protagonistas de la historia, aunque hay que señalar que el elenco de personajes aquí es nutrido y muy acertado. Bliuska, Koisar, Avoret, Ehiomengonatta…, etc., son el complemento perfecto en esta historia maravillosamente épica.

Más allá de la trama principal, que de por sí es muy atrayente, hay un propósito mayor: la invitación al autodescubrimiento a través de un relato repleto de magia y emociones muy humanas. Es fascinante cómo Elisabeth ha sido capaz de contarnos una aventura que principalmente se centra en la supervivencia de esta comunidad, pero que también hace alusión a la filosofía más pura, al sentimiento de pertenencia, al valor de la familia, a la intensidad del amor, a la batalla constante entre deseo y razón...

Vamos a hablar un momento sobre Poa. Probablemente sea el personaje más humano que ofrece esta historia. Me enamoró su forma de enfrentarse a cada situación, desde la fortaleza y la sencillez que poseen los espíritus bondadosos. Respecto a Adhian, sospecho que aún nos queda mucho que descubrir sobre él, y si no es así, servidora está deseando leer más acerca de este fantástico universo. Creo que Adhian es el personaje más profundo de la novela. Las circunstancias son todo un desafío emocional para este jovencito, y la manera que tiene de encararlas te mantiene pegado a la lectura. Sus valores como individuo lo convierten en un ser muy especial y quizá sea el responsable de que la historia te atrape irremediablemente.

En cuanto al estilo del libro, he de decir que me ha parecido brillante. Elisabeth sabe cómo generar dependencia en los lectores, cosa que me parece positiva y necesaria en un escritor. No se trata sólo de la técnica, que es innegablemente depurada —he encontrado fragmentos de una belleza sublime en esta novela—, sino su increíble capacidad para envolverte con cada palabra. Las descripciones de las estampas naturales son espectaculares. Aquí hay riqueza narrativa para parar un tren. Se nota el mimo y el cuidado invertidos, algo que se agradece muchísimo.

No quiero extenderme, porque correría el riesgo de estropear la experiencia de quienes quieran dar una oportunidad a esta obra, pero si buscas una aventura diferente, Simettalin es un sitio que debes visitar.

Elisabeth, guapérrima, ¡me has dejado muertísima! ¡Enhorabuena, preciosa!

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