El Vampiro

 



¿Quién fue el primer vampiro de la literatura? Ante esta pregunta es imposible no pensar enseguida en el archiconocido personaje creado por Bram Stoker, Vlad Dracule, quien lleva causando pesadillas desde 1897. En cuanto a relevancia literaria, es innegable que “Drácula” ostenta el primer puesto en la categoría de monstruos chupasangre, pero ¿fue el primero, primerísimo de la historia? Qué va.

Los vampiros como símbolo de maldad y superstición llevan tantos siglos con nosotros que es difícil ubicar su origen real. Ya desde la época de los Sumerios se referían a ellos como «depredadores sedientos de sangre»; pero como aquí lo que nos interesa es el ámbito literario, remontémonos al año 1816, a una noche de verano agitada en la que una tormenta furiosa sacudía el techo vomitando rayos y truenos como cañonazos. Con este ambiente, y sin mayores pasatiempos a su alcance, cuatro jóvenes escritores pasaban el rato leyendo cuentos de una antología llamada “Fantasmagoriana”. Tan entusiasmados estaban, que decidieron apostar quién de los cuatro lograría escribir el mejor cuento de terror. De ahí surgió el impresionante “Frankenstein” de Mary Shelley, que más tarde, gracias al consejo de su esposo, acabaría transformado en la preciosa novela que todos conocemos. Pero esa noche también fue testigo de otro nacimiento crucial en la historia de la literatura: “El Vampiro” de John William Polidori. Bueno, casi.

Empecemos por lo obvio: su delicada narrativa, inundada de oscuridad y misterio, la ambientación brumosa, los personajes atormentados, el espacio opresivo… En conjunto, estos elementos logran clasificar la obra dentro de la categoría de terror gótico; terror gótico del bueno.

Pero la creación de “El Vampiro” no estuvo exenta de polémica. Al parecer, Polidori robó la idea a su íntimo amigo Lord Byron, quizá bajo el influjo del láudano u otras sustancias de recreo que los intelectuales de la época consumían amparados en la necesidad de abstracción que se requiere —según ellos— para superar los límites de la mente humana. O puede que solo quisieran pasarlo bien y desearan justificarse. El caso es que Byron ni siquiera había publicado su relato, que, por cierto, se llamaba “El Entierro”, pero sí compartió su idea con Polidori cegado por la confianza propia de una relación de profunda amistad. Así pues, técnicamente el creador del primer vampiro de la literatura sería Byron, aunque con matices. Algunas biografías cuentan que, en efecto, Polidori robó la idea, pero quienes hemos leído las dos obras sabemos que presentan diferencias notables. Además, para ser justos, Byron había descartado acabar la historia, de modo que Polidori, tomando como referencia a la criatura creada por su amigo, desarrolló una trama distinta y publicó su propio relato.

El escándalo no se hizo esperar. Byron se lo tomó como una traición y rompió todo vínculo con Polidori. Pero la cosa no quedó ahí. Al enterarse de este hecho, la crítica literaria fulminó al “ladrón del vampiro” excluyéndolo de cualquier círculo cultural y dañando su imagen pública de forma irreversible. Tal fue el escarnio, que John William Polidori, superado por la situación, decidió quitarse la vida el 24 de agosto de 1821. Tenía veinticinco años.

Asuntos truculentos aparte, no creo que alguien pueda poner en duda la calidad de este trabajo. Contra todo pronóstico, “El Vampiro” acabó consolidándose como una obra fundamental en el género. Esto es algo curioso, ya que podría haber desaparecido a causa de su naturaleza controvertida; bien a través de la censura, bien como efecto del rechazo social. Sea como fuere, me alegra que perdurara en el tiempo.  

¿Qué podemos decir sobre el relato en sí? De una parte, tenemos a Aubrey, un chico joven, bueno y cándido; de otra, a Lord Ruthven, personaje inquietante que no querría toparse nadie con un mínimo de apego por la vida. Polidori los muestra como una dicotomía manifiesta: Ruthven, por su condición de no muerto, representa lo antinatural y maligno; Aubrey, en cambio, refleja la inocencia más pura, él es la víctima que acaba sucumbiendo a la influencia perniciosa de este ser deplorable. En medio de todo, se encuentra Ianthe, una bella joven que se enamora de Aubrey. Así que, resumiendo: aristócrata encantador con propósitos despreciables debido a su sed de sangre; chico impresionable que no sabe dónde se está metiendo al idolatrar a semejante monstruo; y muchacha inocente y dulce que comete el error de acercarse a quien no debe. ¿Qué puede salir mal?

El aporte que “El Vampiro” de Polidori supuso para la literatura universal es irrefutable. No olvidemos que este autor era principalmente un hombre de ciencias —aparte de amigo de Byron, también era su médico personal—, y sin embargo demostró tener sobradas capacidades narrativas. Por desgracia, su sueño de establecerse como escritor no llegó a materializarse en vida, pero este relato sobrevivió a la tragedia y le procuró un puesto destacado en el campo del terror decimonónico.

Si buscas una obra clásica, de prosa cuidada y riqueza descriptiva que aborde temas como la tentación, la lujuria, la decadencia de la aristocracia europea, la naturaleza humana o la mortalidad, Polidori tiene un tesoro para ti: “El Vampiro”.

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